HISTORIA. BLOQUE 5
LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833): LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO.
Carlos IV, Jose I Bonaparte y Fernando VII

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Estándar 3.Detalla las fases del conflicto entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII:

1º.-) Introducción:Con la derrota napoleónica, tras el Tratado de Valençay entre Napoleón y Fernando VII, este recuperó el trono español. A principios de 1814, Fernando VII retornó a España entrando en contacto con generales absolutistas como Elío y recibiendo el apoyo de un grupo de diputados absolutistas, que le presentaron el llamado Manifiesto de los Persas, donde se defendía la monarquía absoluta y se pedía la derogación de la obra de las Cortes de Cádiz. Comenzó una durísima persecución de liberales y afrancesados que provocó el exilio de varios miles de españoles. Es el primer exilio político masivo de la historia contemporánea española.

2º.-)El sexenio absolutista (1814-1820): El Rey abolió la libertad de prensa y repuso la Inquisición que, en seguida se pone manos a la obra con la retirada de cientos de publicaciones del período de la guerra. También retornaron los jesuitas. La restauración del Antiguo Régimen, restableciendo los señoríos, la Inquisición y todas las instituciones feudo-señoriales, supuso volver al antiguo sistema fiscal, lo que significaba que el Estado estaba en bancarrota incapaz de pagar la deuda pública.

Desde la vuelta de Fernando VII, muchos militares que lucharon contra los franceses se opusieron a la restauración del Antiguo Régimen y conspiraban por el restablecimiento de las leyes de Cádiz con la ayuda de las sociedades patrióticas o la masonería. Algunos oficiales promovieron una serie de intentonas golpistas –los pronunciamientos- para liquidar el absolutismo de Fernando VII y destinadas a poner en vigor la Constitución gaditana. Espoz y Mina en Pamplona, Porlier en La Coruña y Lacy en Barcelona fracasaron; pero en 1820, el comandante Riego, al frente de un ejército dispuesto para viajar a América a luchar contra los independentistas, logró arrastrar a numerosas guarniciones y obligar a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812.

3º.-)El trienio constitucional (1820-1823):Desde el poder, los liberales eliminaron la Inquisición, impusieron el sistema fiscal aprobado en Cádiz, suprimieron los señoríos, expulsaron a los jesuitas y confirmaron las leyes que garantizaban los derechos y libertades de los ciudadanos. La Iglesia fue la institución que más sufrió con el cambio de régimen al aprobar el gobierno la supresión de las órdenes monacales y la desamortización de las tierras de los monasterios. Con la venta de las propiedades eclesiásticas los liberales pretendían rebajar la deuda pública y ganarse la confianza de los gobiernos extranjeros y de los acreedores españoles.

Con la libertad de opinión, nacieron numerosas tertulias y centros de debate, que, bajo la forma de sociedades patrióticas, promovían los primeros periódicos en defensa del orden constitucional y esbozaban los futuros partidos políticos. La aplicación de las reformas provocó enseguida la ruptura del bloque liberal en dos grupos de gran trascendencia posterior, que representaban diferentes generaciones y filosofías políticas. De un lado, los hombres que participaron en las Cortes de Cádiz, los «doceañistas», ahora moderados y, de otro, los jóvenes seguidores de Riego, que se atribuían en exclusiva el triunfo de la revolución de 1820, los denominados exaltados. Los doceañistas querían reformar la Constitución para restringir la plena soberanía del pueblo mediante un sufragio limitado y una cámara alta en las Cortes. Por el contrario, los exaltados defendían el sufragio universal y unas Cortes de una sola cámara, expresión de la soberanía nacional. De estos postulados arrancaría la fractura del liberalismo español y su división en moderados y progresistas.

La oposición absolutista se manifestó en numerosas partidas armadas de voluntarios realistas, que contaban en numerosas partidas armadas de voluntarios realistas, que contaban con el apoyo no disimulado de Fernando VII, a quien se presenta como prisionero de los liberales. Alentada por amplios sectores de la Iglesia irritados con la política anticlerical del gobierno, la insurrección ganó terreno en Navarra y Cataluña, donde la autoproclamada regencia de Urgell declaraba nulo todo lo dispuesto desde 1820. La escalada contrarrevolucionaria radicalizó a los liberales, que en el verano de 1822 forman un gobierno exaltado, dispuesto, enseguida a aplastar, con la ayuda del Ejército y la Milicia Nacional, los focos de rebelión.

En trienio constitucional terminó cuando, por acuerdo del Congreso de Verona, en abril de 1823, un ejército francés, respaldado por las potencias absolutistas de Europa y al mando del duque de Angulema –los llamados por los reaccionarios Cien Mil Hijos de San Luis- entró en España con el fin de restablecer a Fernando VII en la plenitud de su soberanía. Se cumplían así los principios de la Santa Alianza, que defendían el intervencionismo de las potencias absolutistas para garantizar el legitimismo en los tronos europeos y el mantenimiento del absolutismo. El duque de Angulema rescató en Cádiz al rey Fernando y lo repuso en su soberanía absoluta. Con las manos libres, el rey invalidó, el primero de octubre, toda la legislación del trienio y puso fin a este segundo intento de revolución liberal. Para respaldar el nuevo viraje absolutista, buena parte del ejército francés permanecería en España durante cinco años.

4º.-)La década absolutista (1823-1833):Recuperado su poder, Fernando VII desató una durísima represión sobre políticos, funcionarios, hombres de letras y oficiales liberales del ejército. Hubo una nueva corriente de exiliados, sobre todo a Gran Bretaña. La nueva restauración absolutista de Fernando VII significó el restablecimiento parcial del Antiguo Régimen, aunque, ahora, se mantuvieran algunas reformas del trienio. No fue restaurada la Inquisición, aunque algunos obispos crearon unas Juntas de Fe con parecidas funciones. En su lugar surgió el Cuerpo de Policía y, como brazo armado, los Voluntarios Realistas, que sustituían a la Milicia Nacional. En 1823 se creó el Consejo de Ministros, órgano de consulta del monarca, en el que descansaba el poder ejecutivo. Uno de los ministros más estables de los gabinetes fernandinos, López Ballesteros, reorganizó la Hacienda, estableció el presupuesto anual del Estado y abordó el permanente problema de la deuda pública, agravado desde 1824 con la pérdida del imperio americano.

La situación económica del país empeoró, en parte, cuando en 1824, con la batalla de Ayacucho, España perdió sus posesiones continentales americanas, muy importantes en el comercio exterior español. A partir de ese año, se iniciaron algunos pasos de reforma económica acuciado el país por la pérdida definitiva del mercado americano. Las transformaciones impulsadas por los gobiernos de Fernando VII animaron a la iniciativa privada que montó la primera siderurgia moderna en Marbella y mecanizó fábricas textiles en Cataluña, al tiempo que la Bolsa de Madrid abría sus puertas. Pero continuaban los males profundos de la economía: escasa credibilidad del Estado respecto al pago de su deuda, agricultura estancada, bandolerismo, desbarajuste de las diversas administraciones, pésima red de caminos y carreteras.

Los sectores ultrarrealistas estaban descontentos por la supuesta blandura de Fernando VII con los liberales. Bessiéres se sublevó en 1825 y fue fusilado, y a partir de 1826, se inició una nueva protesta expresada en un Manifiesto de los Realistas Puros. En 1827 la rebelión de los realistas agraviados o malcontets, como ellos se llamaban, triunfó en zonas rurales de Cataluña. Cuando Fernando VII llega a Barcelona, una vez sofocado el alzamiento, la burguesía le manifiesta su apoyo. Otros levantamientos ultras en Navarra, norte de Castilla y La Mancha fueron castigados con gran dureza. También hubo intentonas liberales fracasadas, lideradas por Espoz y Mina y Torrijos, este último fusilado en 1831.

En los movimientos de 1827 comenzó a aparecer como candidato de los sectores más reaccionarios la figura de Carlos María Isidro, hermano del rey y declaradamente absolutista. En 1829 murió sin descendencia la esposa de Fernando VII: el sector reformista del Gobierno reaccionó rápidamente forzando un nuevo matrimonio del Rey con María Cristina de Borbón, que le dio una hija, Isabel, a finales de 1830. Por otra parte, en ese año se produjo el triunfo de la revolución liberal en Francia.

En este contexto, la cuestión de la sucesión del rey pasó a ser un asunto fundamental. Antes del nacimiento de Isabel, su padre había hecho publicar una Pragmática Sanción, redactada en 1789, que restablecía la sucesión tradicional de la monarquía hispana, permitiendo reinar a las mujeres. Esto excluía del trono a Carlos María Isidro y significaba un triunfo de los círculos moderados y liberales encubiertos de la Corte que apoyaban a la reina María Cristina, con el fin de promover una cierta apertura del régimen.

Los partidarios de Carlos, aprovechando la grave enfermedad del Rey, por medio del ministro Calomarde, obtuvieron, en 1832, un nuevo documento en el que se derogaba la Pragmática Sanción. Pero, recuperado Fernando VII, confirmó liberalismo y autorizó el retorno de los exiliados, al tiempo que suprimió el presupuesto de los voluntarios realistas.En septiembre de 1833 murió Fernando VII, y su viuda, María Cristina, heredó, en nombre de su hija Isabel, la Corona de España.